Según las noticias de esta última semana, la ayuda al desarrollo se podría reducir en un 30% debido a la crisis financiera. No es una noticia nueva y las alarmas ya han saltado en todos los ámbitos, los países del sur, las ONG y las instituciones multilaterales se han hecho eco de ella y se empiezan a plantear soluciones. Sin embargo, veremos si esta onda expansiva llega a la reunión del G20. Queda la esperanzan de que la presencia de países como India, Sudáfrica o Brasil- aunque sin olvidar a Estados Unidos donde 1 de cada 8 habitantes viven en la pobreza- puedan ser la memoria viva de los dos tercios de la población mundial que viven en la pobreza.
La crisis financiera plantea tantos retos mundiales que parece difícil que ni un batallón de Obamas pudiese resolverlos. El primero es la citada reducción de la ayuda al desarrollo. ¿Cómo van a sobrevivir agencias de Naciones Unidas que dependen hasta en un 70% de estos fondos? ¿Qué implicaciones tendrá para órganos como UNICEF o el Programa Mundial de Alimentos? La situación de partida es ya precaria. Por dar algunos ejemplos, en Burundi el 46% de la población se encuentra en situación de malnutrición crónica, en Etiopía 6.4 millones están en situación de inseguridad alimentaria, en Afganistán esta cifra asciende al 35% y en Haití, tras dos huracanes, este número ha aumentado en un 20% en el último mes. ¿Qué capacidad de respuesta a la crisis van a tener estos países cuando más de un cuarto de su población no tiene ni para comer?
Otro de los grandes retos es la reformulación a la que se va a tener que someter el sistema internacional. A pesar de que es obvio que este sistema ha dejado de ser eficiente, los intereses creados están tan arraigados que el cambio no va a ser nada fácil y no va a gustar a quienes acostumbraban a estar en el poder. El mundo está cada vez más interconectado e interrelacionado, por lo que ya no es lógico que los mismos ocho sigan tomando las decisiones. Además, esta nueva organización debe poder hacer frente a los problemas globales actuales: la pobreza, el cambio climático, y la crisis de los alimentos y la energía.
A pesar de que el mundo es consciente de los peligros y las amenazas que trae consigo esta crisis, el impacto que va a tener sobre los países en desarrollo es impredecible dado que no hay precedente histórico. Lo que sí que parece claro es que esta crisis va a ser el punto de inflexión para muchas personas (quienes caigan bajo el umbral de la pobreza) y para muchos países (quienes retrocedan en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio).
No va haber ámbito económico, político o social que no se vaya a ver afectado por esta nueva situación. Los derechos humanos no van a ser menos y el riesgo de que incremente el número de violaciones es mayor. Los derechos económicos y sociales (como la vivienda, la educación o la sanidad) van a sufrir tal presión que será difícil que muchos países puedan satisfacerlos. Las tensiones sociales derivadas de esta situación pueden aumentar ante la amenaza de que se restrinjan las libertades civiles. Al tiempo que las economías caen y los países tienen que apretarse el cinturón, los desplazados y los refugiados, siendo sectores especialmente vulnerables, pueden sufrir una mayor desprotección. Aquellos países denominados “estados frágiles” se pueden ver aún más debilitados por esta crisis provocando con ello la vuelta a la inestabilidad y a la violencia.
En su próxima reunión, el G20 debe evitar la miopía política y las estrategias unilaterales. En un momento de crisis global, las soluciones deben ser globales y no se puede permitir que se reduzcan al ámbito financiero. No olvidemos que esto no es sólo una cuestión de dinero. Estamos en un momento histórico que puede marcar el punto de inflexión para los que viven en la pobreza, los que sufren un conflicto, los que han tenido que huir de su país o los que no pueden disfrutar de sus derechos que son realmente la mayoría de la población mundial.
Paula San Pedro
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La pobreza y la desigualdad son problemas complejos, pero no inevitables. Una sociedad bien informada puede provocar la transformación económica y política que pondrá fin a la pobreza. Este blog, elaborado por el área de investigaciones de Intermón Oxfam, quiere contribuir a ese debate: proponer reflexiones e ideas sobre la globalización y el desarrollo, y escuchar lo que otros tienen que decir.
jueves, 13 de noviembre de 2008
miércoles, 12 de noviembre de 2008
¿Hay alguna oportunidad en la crisis?
Me pregunto cuántas sorpresas políticas nos va a deparar la crisis económica. Para muchos, éste es el momento de dar marcha atrás, apretarse el cinturón y olvidar cualquiera aventura social que sugiera un incremento del gasto.
Pero podría ser también que algunos países decidan hacer de la necesidad, virtud. ¿Podemos encontrar mejores argumentos para el cambio que el agujero en el que este sistema nos ha colocado? ¿Podemos aprovechar la convulsión económica para provocar la convulsión política que evite males mayores en el futuro?
Tres propuestas: uno, flexibilizar las fronteras para que los emigrantes puedan retornar a sus países en espera de tiempos mejores. Dos, culminar la batería de reformas sociales (como la Ley de Dependencia en España o el seguro de salud en EEUU) que reducirían la vulnerabilidad de los más débiles frente a los ciclos económicos. Y tres, completar la Ronda del Desarrollo de Doha, evitando las mismas tentaciones proteccionistas que magnificaron la crisis del 29.
Gonzalo Fanjul, desde Boston
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Pero podría ser también que algunos países decidan hacer de la necesidad, virtud. ¿Podemos encontrar mejores argumentos para el cambio que el agujero en el que este sistema nos ha colocado? ¿Podemos aprovechar la convulsión económica para provocar la convulsión política que evite males mayores en el futuro?
Tres propuestas: uno, flexibilizar las fronteras para que los emigrantes puedan retornar a sus países en espera de tiempos mejores. Dos, culminar la batería de reformas sociales (como la Ley de Dependencia en España o el seguro de salud en EEUU) que reducirían la vulnerabilidad de los más débiles frente a los ciclos económicos. Y tres, completar la Ronda del Desarrollo de Doha, evitando las mismas tentaciones proteccionistas que magnificaron la crisis del 29.
Gonzalo Fanjul, desde Boston
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Crisis financiera
martes, 11 de noviembre de 2008
Recordando a Galbraith
Si hay alguien al que la victoria de Obama hubiese hecho más féliz que a ningun otro, ése es John K. Galbraith. El viejo economista canadiense acompañó durante sus más de cien años la evolución del Partido Demócrata estadounidense, siempre en el margen izquierdo: comenzó su carrera colaborando con el New Deal de Roosevelt; amigo y consejero de Kennedy, fue su embajador en la India durante varios años; como tantos otros, apoyó las reformas económicas de Johnson, pero se acabó enfrentando a él por la guerra de Vietnam; colaboró en la nominación de McGovern y con su demoledora crítica del Reaganomics apoyó decididamente la elección de Bill Clinton.
Durante todo este tiempo, Galbraith se fue imponiendo como uno de los referentes económicos del país. Profesor en Harvard, y uno de los ensayistas más brillantes de su época, escribió más de treinta libros en defensa de una economía justa y humana. Algunos, como El crack del 29 o Breve historia de la euforia financiera son reeditados de forma periódica para recordarnos que "en este momento los mercados se dotan de mucha más liquidez financiera que inteligencia para gestionarla". Otros, como The Affluent Society o The Good Society, abordaron el reto de transformar nuestras sociedades y acabar con la desigualdad y la pobreza.
Puedes encontrar una descripción completa de su vida y su obra en la excelente biografía que escribió Richard Parker, profesor de la John F. Kennedy School of Government. En la web de este libro encontrarás también numerosos archivos sonoros y visuales de Galbraith.
Lo curioso de este asunto -me recordaba hace unos días mi profesor de historia, Alexander Keyssar- es que Galbraith no sería considerado hoy un verdadero economista. En la era de las regresiones y los modelos econométricos, el análisis económico de Galbraith, accesible, didáctico y político, es considerado un ejercicio superficial.
Personalmente, prefiero pensar en la economía como una herramienta al servicio del debate y el interés público, y no como una simplificación númerica y parcial de la realidad. Dicho de otro modo, me quedo con el hombre que, describiendo la crisis del 29, dijo: "Es aquí donde reside el problema del capitalismo (...): qué hace que quienes saben que las cosas están yendo mal proclamen sin embargo que todo va muy bien". ¿Te suena?
Gonzalo Fanjul, desde Boston Leer más...
Durante todo este tiempo, Galbraith se fue imponiendo como uno de los referentes económicos del país. Profesor en Harvard, y uno de los ensayistas más brillantes de su época, escribió más de treinta libros en defensa de una economía justa y humana. Algunos, como El crack del 29 o Breve historia de la euforia financiera son reeditados de forma periódica para recordarnos que "en este momento los mercados se dotan de mucha más liquidez financiera que inteligencia para gestionarla". Otros, como The Affluent Society o The Good Society, abordaron el reto de transformar nuestras sociedades y acabar con la desigualdad y la pobreza.
Puedes encontrar una descripción completa de su vida y su obra en la excelente biografía que escribió Richard Parker, profesor de la John F. Kennedy School of Government. En la web de este libro encontrarás también numerosos archivos sonoros y visuales de Galbraith.
Lo curioso de este asunto -me recordaba hace unos días mi profesor de historia, Alexander Keyssar- es que Galbraith no sería considerado hoy un verdadero economista. En la era de las regresiones y los modelos econométricos, el análisis económico de Galbraith, accesible, didáctico y político, es considerado un ejercicio superficial.
Personalmente, prefiero pensar en la economía como una herramienta al servicio del debate y el interés público, y no como una simplificación númerica y parcial de la realidad. Dicho de otro modo, me quedo con el hombre que, describiendo la crisis del 29, dijo: "Es aquí donde reside el problema del capitalismo (...): qué hace que quienes saben que las cosas están yendo mal proclamen sin embargo que todo va muy bien". ¿Te suena?
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lunes, 10 de noviembre de 2008
Franklin Delano Obama
Éste es el sugerente título con el que Paul Krugman analiza en el New York Times de hoy las expectativas a las que debe hacer frente el nuevo Presidente Obama: "De repente, todo lo antiguo se convierte de nuevo en New Deal. Reagan fuera; F.D.R. [F. D. Roosevelt] dentro."
El New Deal de Roosevelt, como la Gran Sociedad de Johnson treinta años después, redefinieron el modo de entender las políticas públicas y el papel del Estado en el bienestar común. Roosevelt se enfrentó a un país deprimido con el primer gran experimento keynesiano del siglo XX. Las refomas del New Deal dieron lugar a leyes e instituciones regulatorias que transformaron el Estado: infraestructuras públicas (incluyendo un ambicioso programa de vivienda social), protección de los pequeños agricultores o garantías para el pequeño inversor y propietario. Muchas de sus reformas fueron declaradas inconstitucionales en un primer momento, pero los cambios en el Tribunal Supremo permitieron sacarlas adelante poco tiempo después.
Lyndon B. Johnson pronunció en 1964 su celebre discurso sobre la Gran Sociedad: una sociedad que no es capaz de ocuparse de los más débiles no merece ser llamada por ese nombre. Johnson -al que la Historia desgraciadamente recordará por comenzar la guerra de Vietnam- continúo el trabajo que Roosevelt había empezado y Kennedy había soñado. Bajo su presidencia, por ejemplo, se pusieron en marcha los dos programas federales de salud que hoy siguen vigentes (Medicare y Medicaid). También se aprobó la Economic Opportunity Act, que mejoró la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación.
Obama no se enfrenta a retos menores. Más de un millón de estadounidenses han perdido ya su vivienda como consecuencia de la crisis hipotecaria; 46 millones carecen de un seguro de salud que les garantice asistencia más allá de la unidad de emergencias; doce millones de inmigrantes irregulares recuerdan el fracaso de las políticas de inmigración de los últimos veinte años. La lista es tan extensa como abrumadora.
Con la excepción de la guerra de Irak y el nuevo Protocolo de Kyoto, las prioridades de la nueva Administración serán casi completamente internas. Tengamos paciencia. Si Obama es realmente un nuevo Roosevelt estamos ante la oportunidad de cambiar el modelo de desarrollo que se ha impuesto a los países pobres durante más de tres décadas.
Gonzalo Fanjul, desde Boston Leer más...
El New Deal de Roosevelt, como la Gran Sociedad de Johnson treinta años después, redefinieron el modo de entender las políticas públicas y el papel del Estado en el bienestar común. Roosevelt se enfrentó a un país deprimido con el primer gran experimento keynesiano del siglo XX. Las refomas del New Deal dieron lugar a leyes e instituciones regulatorias que transformaron el Estado: infraestructuras públicas (incluyendo un ambicioso programa de vivienda social), protección de los pequeños agricultores o garantías para el pequeño inversor y propietario. Muchas de sus reformas fueron declaradas inconstitucionales en un primer momento, pero los cambios en el Tribunal Supremo permitieron sacarlas adelante poco tiempo después.
Lyndon B. Johnson pronunció en 1964 su celebre discurso sobre la Gran Sociedad: una sociedad que no es capaz de ocuparse de los más débiles no merece ser llamada por ese nombre. Johnson -al que la Historia desgraciadamente recordará por comenzar la guerra de Vietnam- continúo el trabajo que Roosevelt había empezado y Kennedy había soñado. Bajo su presidencia, por ejemplo, se pusieron en marcha los dos programas federales de salud que hoy siguen vigentes (Medicare y Medicaid). También se aprobó la Economic Opportunity Act, que mejoró la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación.
Obama no se enfrenta a retos menores. Más de un millón de estadounidenses han perdido ya su vivienda como consecuencia de la crisis hipotecaria; 46 millones carecen de un seguro de salud que les garantice asistencia más allá de la unidad de emergencias; doce millones de inmigrantes irregulares recuerdan el fracaso de las políticas de inmigración de los últimos veinte años. La lista es tan extensa como abrumadora.
Con la excepción de la guerra de Irak y el nuevo Protocolo de Kyoto, las prioridades de la nueva Administración serán casi completamente internas. Tengamos paciencia. Si Obama es realmente un nuevo Roosevelt estamos ante la oportunidad de cambiar el modelo de desarrollo que se ha impuesto a los países pobres durante más de tres décadas.
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sábado, 8 de noviembre de 2008
España en la cumbre de Washington
España ha peleado como pocas veces por hacerse con un sitio en la cumbre financiera de Estados Unidos, que tendrá lugar a finales de este mes. Bienvenidos sean los esfuerzos por figurar a la altura de nuestra cuenta corriente.
El problema es que ahora el Gobierno se va a ver obligado a decir algo, y hasta este momento no ha dado muchas pistas. Otros países, como el Reino Unido o Francia, acudirán a Washington con una propuesta para reformar el sistema financiero internacional y las instituciones que lo regulan. Gordon Brown ya ha dejado claro que no espera menos que una refundación del sistema Bretton Woods.
¿Qué tiene que decir España?
Gonzalo Fanjul, desde Boston. Leer más...
El problema es que ahora el Gobierno se va a ver obligado a decir algo, y hasta este momento no ha dado muchas pistas. Otros países, como el Reino Unido o Francia, acudirán a Washington con una propuesta para reformar el sistema financiero internacional y las instituciones que lo regulan. Gordon Brown ya ha dejado claro que no espera menos que una refundación del sistema Bretton Woods.
¿Qué tiene que decir España?
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Crisis financiera
domingo, 2 de noviembre de 2008
Un nuevo actor entre nosotros
Esta noche mientras regresaba a casa en autobús por la Avenida de la Albufera, vía principal del barrio madrileño de Vallecas, he visto el cartel amarillo de un nuevo comercio. Se trata de la segunda “Oficina de Representación” que el Banco Pichincha ecuatoriano abre en España. La otra se encuentra en el también popular barrio madrileño de Carabanchel. Le seguirán otras en Murcia, Barcelona...
Si alguna conclusión he podido sacar en claro de los momentos de crisis que estamos viviendo es que poco de lo que antes parecía estable, perpetuo o inamovible, realmente lo es. No será gran cosa, pero al menos espero que me sirva para estar más “ojo avizor” de ahora en adelante.
Recuerdo que fue hace no más de 3 años cuando resultó innovadora y llamativa la apertura de sucursales orientadas a los inmigrantes por parte de bancos españoles tradicionales. Inconscientemente pensé que con eso se agotaba el tipo de respuesta comercial del sector bancario al fenómeno de la inmigración.
A estas alturas yo ya pensaba que la capacidad de sorpresa del fenómeno globalizador había entrado, al menos en el corto plazo, en su fase de “rendimientos decrecientes” y que no se divisaba en el horizonte ninguna novedad a destacar. Por eso el cartel amarillo del nuevo establecimiento me ha sorprendido. Y gratamente, debo de admitir. El Sur en el Norte...
El hecho de que en el escenario español de las finanzas en general y del manejo del dinero de los inmigrantes en particular aparezca este “nuevo actor” – el “nuevo banco” tiene más de un siglo de historia en Ecuador- me parece, de primeras, una buena noticia. ¿Un indicio, quizá, de creciente autonomía del Sur? Es posible que al conocer más de cerca las vicisitudes de sus compatriotas migrantes se “solidaricen empresarialmente” con su causa. Ojalá. Es posible también que por el efecto mágico de la competencia, el resto de bancos tradicionales se vean en la necesidad de asimilar ese trato en lo relativo al envío de remesas, al traslado de hipotecas, a la concesión de créditos… Ojalá también.
Puede que últimamente se baile menos chotis en La Latina y que “los camareros en Madrid ya no sean como los de antes”, pero yo me he alegrado mucho de ver el nuevo cartel amarillo en la Avenida de la Albufera.
Javi Pérez Leer más...
Si alguna conclusión he podido sacar en claro de los momentos de crisis que estamos viviendo es que poco de lo que antes parecía estable, perpetuo o inamovible, realmente lo es. No será gran cosa, pero al menos espero que me sirva para estar más “ojo avizor” de ahora en adelante.
Recuerdo que fue hace no más de 3 años cuando resultó innovadora y llamativa la apertura de sucursales orientadas a los inmigrantes por parte de bancos españoles tradicionales. Inconscientemente pensé que con eso se agotaba el tipo de respuesta comercial del sector bancario al fenómeno de la inmigración.
A estas alturas yo ya pensaba que la capacidad de sorpresa del fenómeno globalizador había entrado, al menos en el corto plazo, en su fase de “rendimientos decrecientes” y que no se divisaba en el horizonte ninguna novedad a destacar. Por eso el cartel amarillo del nuevo establecimiento me ha sorprendido. Y gratamente, debo de admitir. El Sur en el Norte...
El hecho de que en el escenario español de las finanzas en general y del manejo del dinero de los inmigrantes en particular aparezca este “nuevo actor” – el “nuevo banco” tiene más de un siglo de historia en Ecuador- me parece, de primeras, una buena noticia. ¿Un indicio, quizá, de creciente autonomía del Sur? Es posible que al conocer más de cerca las vicisitudes de sus compatriotas migrantes se “solidaricen empresarialmente” con su causa. Ojalá. Es posible también que por el efecto mágico de la competencia, el resto de bancos tradicionales se vean en la necesidad de asimilar ese trato en lo relativo al envío de remesas, al traslado de hipotecas, a la concesión de créditos… Ojalá también.
Puede que últimamente se baile menos chotis en La Latina y que “los camareros en Madrid ya no sean como los de antes”, pero yo me he alegrado mucho de ver el nuevo cartel amarillo en la Avenida de la Albufera.
Javi Pérez Leer más...
lunes, 22 de septiembre de 2008
George Monbiot o el verbo afilado
De vez en cuando tenemos la suerte de toparnos con libros, películas o canciones que logran movernos por dentro y despiertan en nosotros una energía especial. Al acabar de leerlo, verlo, o escucharlo el cuerpo nos pide marcha: cruzarse el mundo en bicicleta, escribirle por fin una carta a esa chica del instituto o ponerse en pie y rebelarse contra las injusticias… Yo lo achaco a que son capaces de tratar los grandes temas de manera sencilla, directa y original. Aún más de vez en cuando hay artículos en la prensa que también merecen ser elevados a esa categoría.
Hace unos días el periodista inglés George Monbiot publicó dos artículos consecutivos en The Guardian. En ellos, Monbiot aprovecha el tema de los acuerdos comerciales (EPAs) que la Unión Europea está negociando con los países de África, Caribe y Pacífico (ACP) para hablar, en definitiva, de las injustas relaciones Norte-Sur y de la pobreza y la miseria que estas provocan.
Sin faltar a la verdad Monbiot se permite simplificar algunos mensajes con el loable fin de hacer asequibles al público general temas graves y complicados. Temas en los que Oxfam lleva trabajando ya muchos años.
Nos cuenta Monbiot, por ejemplo, cuánto se parece la actitud de la UE en estas negociaciones al espíritu que regía las relaciones entre las colonias europeas y sus colonias en el siglo XXI.
También cuenta que en caso de que las negociaciones prosperen en los términos que se conocen hasta ahora, los países ACP perderán gran parte de la flexibilidad necesaria para poner en marcha políticas orientadas a proteger a sus economías, a reducir la vulnerabilidad de su población y a prevenir crisis como la alimenticia de los últimos meses. La UE, en un ejercicio extraordinario de hipocresía, sigue persiguiendo la rápida liberalización de las economías más pobres cuando ni es ese el camino que sus países emplearon para llegar a donde están ni es lo que ellos están dispuestos a hacer en temas tan sensibles como las subvenciones agrícolas o el movimiento internacional de trabajadores.
Aunque todos estos temas requieren de sesudos estudios para entenderlos en profundidad, no debiera hacer falta mucho más que un par de artículos como éstos para provocar la indignación y el enfado de los europeos contra los gobernantes que nos representan.
En estos días en los que están saliendo a la luz las repercusiones que puede tener para la sociedad en general un modelo económico que no pone límite alguno a las aspiraciones de enriquecimiento rápido de unos pocos, puede ser una buena ocasión para pararnos a hacer el paralelismo con la postura de los países ricos en sus relaciones comerciales con el mundo en desarrollo. ¿A quiénes benefician? ¿Cuáles son sus repercusiones en el largo plazo? ¿Tendrán que disculparse y recular una vez que el daño ya esté hecho...?
No conocía de antes a George Monbiot. Habrá que seguirle la pista. Ojalá fuera más común el encontrarnos con periodistas así: bien informados y diciendo verdades como puños.
Os recomiendo su lectura y os animo a que continuéis el debate en este foro. Estos son los links para acceder a los artículos (en inglés): primer artículo y segundo artículo.
Un saludo,
Javier Pérez Leer más...
Hace unos días el periodista inglés George Monbiot publicó dos artículos consecutivos en The Guardian. En ellos, Monbiot aprovecha el tema de los acuerdos comerciales (EPAs) que la Unión Europea está negociando con los países de África, Caribe y Pacífico (ACP) para hablar, en definitiva, de las injustas relaciones Norte-Sur y de la pobreza y la miseria que estas provocan.
Sin faltar a la verdad Monbiot se permite simplificar algunos mensajes con el loable fin de hacer asequibles al público general temas graves y complicados. Temas en los que Oxfam lleva trabajando ya muchos años.
Nos cuenta Monbiot, por ejemplo, cuánto se parece la actitud de la UE en estas negociaciones al espíritu que regía las relaciones entre las colonias europeas y sus colonias en el siglo XXI.
También cuenta que en caso de que las negociaciones prosperen en los términos que se conocen hasta ahora, los países ACP perderán gran parte de la flexibilidad necesaria para poner en marcha políticas orientadas a proteger a sus economías, a reducir la vulnerabilidad de su población y a prevenir crisis como la alimenticia de los últimos meses. La UE, en un ejercicio extraordinario de hipocresía, sigue persiguiendo la rápida liberalización de las economías más pobres cuando ni es ese el camino que sus países emplearon para llegar a donde están ni es lo que ellos están dispuestos a hacer en temas tan sensibles como las subvenciones agrícolas o el movimiento internacional de trabajadores.
Aunque todos estos temas requieren de sesudos estudios para entenderlos en profundidad, no debiera hacer falta mucho más que un par de artículos como éstos para provocar la indignación y el enfado de los europeos contra los gobernantes que nos representan.
En estos días en los que están saliendo a la luz las repercusiones que puede tener para la sociedad en general un modelo económico que no pone límite alguno a las aspiraciones de enriquecimiento rápido de unos pocos, puede ser una buena ocasión para pararnos a hacer el paralelismo con la postura de los países ricos en sus relaciones comerciales con el mundo en desarrollo. ¿A quiénes benefician? ¿Cuáles son sus repercusiones en el largo plazo? ¿Tendrán que disculparse y recular una vez que el daño ya esté hecho...?
No conocía de antes a George Monbiot. Habrá que seguirle la pista. Ojalá fuera más común el encontrarnos con periodistas así: bien informados y diciendo verdades como puños.
Os recomiendo su lectura y os animo a que continuéis el debate en este foro. Estos son los links para acceder a los artículos (en inglés): primer artículo y segundo artículo.
Un saludo,
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Negociaciones comerciales
sábado, 20 de septiembre de 2008
A vueltas con el retorno de los inmigrantes
Después de varios amagos, el Gobierno propuso por fin el viernes una serie de medidas que persiguen el retorno de los inmigrantes a sus países de origen. En esencia, la propuesta consiste en ofrecer el pago acumulado de las prestaciones sociales a las que tiene derecho el inmigrante, a cambio de que éste retorne a su país por un período mínimo de tres años. Parte de ese dinero (40%) lo recibiría al marcharse, y el resto una vez que ya está en su país.
La idea no es idiota. Para muchos inmigrantes, un ‘ahorro’ repentino y acumulado tan sustancioso como el que ofrece el Gobierno (por ejemplo una cantidad total de unos 6.000 a 10.000 euros para empleados técnicos con salarios medios) les permitiría intentarlo de nuevo en sus regiones de origen, o al menos realizar algunas inversiones que garanticen un futuro más tranquilo. Si además resulta que las perspectivas de trabajar en España son ahora mucho menos halagüeñas de lo que eran hace sólo un año, las razones para volver a casa durante un tiempo son aún más poderosas.
Sin embargo, las condiciones que rodean este pago amenazan con convertirlo en uno de los mayores fiascos de la política de inmigración del Gobierno socialista. Es perfectamente evidente que el propósito de la medida no es más que sacar de España cuanto antes al mayor número posible de gente, y dejarlos fuera durante un tiempo indefinido. Por alguna razón que sólo ha sorprendido al Sr. Corbacho, la gran mayoría de los inmigrantes parece haberse dado cuenta de este pequeño detalle, y menos de un 10% de los afectados habría mostrado algún interés en apuntarse a la medida.
Existen algunas buenas razones para rechazar la propuesta: en primer lugar, por mal que vayan las cosas en España, es difícil que una familia inmigrante encuentre mucho más próspero su país de origen. En segundo lugar –y éste es el obstáculo fundamental-, el Gobierno sólo garantiza la fecha de salida, pero no la de retorno; cualquier inmigrante que haya pasado por el infierno económico, burocrático y legal que supone llegar a Europa la primera vez se lo pensará mucho antes de tener que pasar por ello de nuevo. La realidad es que el control obsesivo de las fronteras es malo cuando las cosas van bien (porque la economía se convierte en un imán para la inmigración irregular), pero es igualmente malo cuando las cosas van mal (porque el inmigrante se ve atrapado en un país en el que no puede trabajar).
Tampoco conviene olvidar que en este caso el Gobierno dispara con pólvora ajena: el dinero que ofrece a los inmigrantes es el resultado de las contribuciones que han hecho como trabajadores, y por lo tanto no les pertenece más que ellos.
Los ciclos económicos son capaces de tumbar hasta las mejores intenciones, y sin duda las del primer Gobierno de Rodríguez-Zapatero lo eran. España se puso al frente de una política migratoria más justa e inteligente, ofreciendo al resto de Europa un modo diferente de concebir el control y la integración de los flujos de inmigrantes. Llegó incluso a reconocer en voz baja la necesidad de concebir nuevos modelos migratorios, basados en la idea de ‘circularidad’ y amparados por el esfuerzo común de los países de la UE. Pero la crisis económica ha puesto fin a las ideas y al coraje político que las convierte en realidad. Una lástima.
Desde Boston, Gonzalo Fanjul Leer más...
La idea no es idiota. Para muchos inmigrantes, un ‘ahorro’ repentino y acumulado tan sustancioso como el que ofrece el Gobierno (por ejemplo una cantidad total de unos 6.000 a 10.000 euros para empleados técnicos con salarios medios) les permitiría intentarlo de nuevo en sus regiones de origen, o al menos realizar algunas inversiones que garanticen un futuro más tranquilo. Si además resulta que las perspectivas de trabajar en España son ahora mucho menos halagüeñas de lo que eran hace sólo un año, las razones para volver a casa durante un tiempo son aún más poderosas.
Sin embargo, las condiciones que rodean este pago amenazan con convertirlo en uno de los mayores fiascos de la política de inmigración del Gobierno socialista. Es perfectamente evidente que el propósito de la medida no es más que sacar de España cuanto antes al mayor número posible de gente, y dejarlos fuera durante un tiempo indefinido. Por alguna razón que sólo ha sorprendido al Sr. Corbacho, la gran mayoría de los inmigrantes parece haberse dado cuenta de este pequeño detalle, y menos de un 10% de los afectados habría mostrado algún interés en apuntarse a la medida.
Existen algunas buenas razones para rechazar la propuesta: en primer lugar, por mal que vayan las cosas en España, es difícil que una familia inmigrante encuentre mucho más próspero su país de origen. En segundo lugar –y éste es el obstáculo fundamental-, el Gobierno sólo garantiza la fecha de salida, pero no la de retorno; cualquier inmigrante que haya pasado por el infierno económico, burocrático y legal que supone llegar a Europa la primera vez se lo pensará mucho antes de tener que pasar por ello de nuevo. La realidad es que el control obsesivo de las fronteras es malo cuando las cosas van bien (porque la economía se convierte en un imán para la inmigración irregular), pero es igualmente malo cuando las cosas van mal (porque el inmigrante se ve atrapado en un país en el que no puede trabajar).
Tampoco conviene olvidar que en este caso el Gobierno dispara con pólvora ajena: el dinero que ofrece a los inmigrantes es el resultado de las contribuciones que han hecho como trabajadores, y por lo tanto no les pertenece más que ellos.
Los ciclos económicos son capaces de tumbar hasta las mejores intenciones, y sin duda las del primer Gobierno de Rodríguez-Zapatero lo eran. España se puso al frente de una política migratoria más justa e inteligente, ofreciendo al resto de Europa un modo diferente de concebir el control y la integración de los flujos de inmigrantes. Llegó incluso a reconocer en voz baja la necesidad de concebir nuevos modelos migratorios, basados en la idea de ‘circularidad’ y amparados por el esfuerzo común de los países de la UE. Pero la crisis económica ha puesto fin a las ideas y al coraje político que las convierte en realidad. Una lástima.
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Inmigración
jueves, 4 de septiembre de 2008
El día de la marmota
Ocurrió hace un mes y me pilló en plena mudanza trasatlántica, pero me quedé con las ganas de comentar el penúltimo fiasco de las negociaciones comerciales en la OMC (Organización Mundial del Comercio). Las razones de este fracaso no merecen demasiados comentarios. Es lo que el periodista del FT Alan Beattie denomina ‘el día de la marmota’ en referencia a aquella película de Bill Murray en la que el protagonista se levanta cada mañana en el mismo día: en un ambiente completamente enrarecido por siete años largos de negociaciones, los países ricos presentaron las mismas propuestas mediocres a un mundo en desarrollo que ha cambiado sin que Europa y EEUU parezcan haberse enterado. Es la misma situación que se repite cada dos años desde 2003, y con el mismo resultado. Pero recordé la importancia de este asunto charlando con Mamo Mihretu, uno de los responsables del Ethiopia WTO Project, que se ocupa de impulsar desde el Gobierno etíope la incorporación de este país a la OMC.
Mamo describe un panorama simple, pero demoledor: el fracaso de las negociaciones en la OMC ha retrasado la incorporación de Etiopía a una institución de la que dependen los ingresos de millones de agricultores pobres. Etiopía, como muchos otros pequeños países en desarrollo, se ha visto en la obligación de buscar un acuerdo con la UE en las negociaciones de los EPA (Acuerdos Económicos de Partenariado), en las que Europa impone un trato recíproco a países de capacidades y niveles de desarrollo profundamente diferentes (puedes consultar los detalles de esta situación en el documento de Oxfam Socios o rivales). Escribo estas líneas mientras escucho el discurso de aceptación de John McCain en la convención republicana de Saint Paul. En lo que toca a un futuro comercio con justicia, el panorama es inquietante: a la hora de enfrentarse a los grandes retos globales, la oferta republicana es aterradora. Por ejemplo, la candidata a vicepresidenta, Sarah Palin, ha dejado claro que desconfía de las teorías que responsabilizan al ser humano del cambio climático (y al mono de la evolución, todo sea dicho). Como señala Lluis Bassets en una estupenda entrada en su blog de hoy (Dos tazas), el ‘ticket’ McCain Palin corre el riesgo de sobrepasar por la derecha a Bush en varios de los asuntos principales a los que nos enfrentamos. Pero, francamente, dudo que con Obama las perspectivas de un acuerdo justo en la OMC sean mejores que con McCain. El partido demócrata ha estado tradicionalmente vinculado a los mismos sindicatos que se oponen a un comercio más abierto que desplace lo que queda de la producción industrial a los países en desarrollo (mucho más en período de recesión económica). Por si fuera poco, Obama busca un vuelco en algunos estados rurales del sur tradicionalmente republicanos, pero que cuentan con una importante población afroamericana. Será difícil que alcance la presidencia si sugiere recortar las ayudas a la agricultura o el programa de producción de biodiesel. Al menos podríamos encontrar soluciones imaginativas para dar buen uso a la OMC, como la propuesta de Stiglitz de utilizar su mecanismo sancionador para castigar las emisiones contaminantes de los EEUU...
Desde Boston, Gonzalo Fanjul Leer más...
Mamo describe un panorama simple, pero demoledor: el fracaso de las negociaciones en la OMC ha retrasado la incorporación de Etiopía a una institución de la que dependen los ingresos de millones de agricultores pobres. Etiopía, como muchos otros pequeños países en desarrollo, se ha visto en la obligación de buscar un acuerdo con la UE en las negociaciones de los EPA (Acuerdos Económicos de Partenariado), en las que Europa impone un trato recíproco a países de capacidades y niveles de desarrollo profundamente diferentes (puedes consultar los detalles de esta situación en el documento de Oxfam Socios o rivales). Escribo estas líneas mientras escucho el discurso de aceptación de John McCain en la convención republicana de Saint Paul. En lo que toca a un futuro comercio con justicia, el panorama es inquietante: a la hora de enfrentarse a los grandes retos globales, la oferta republicana es aterradora. Por ejemplo, la candidata a vicepresidenta, Sarah Palin, ha dejado claro que desconfía de las teorías que responsabilizan al ser humano del cambio climático (y al mono de la evolución, todo sea dicho). Como señala Lluis Bassets en una estupenda entrada en su blog de hoy (Dos tazas), el ‘ticket’ McCain Palin corre el riesgo de sobrepasar por la derecha a Bush en varios de los asuntos principales a los que nos enfrentamos. Pero, francamente, dudo que con Obama las perspectivas de un acuerdo justo en la OMC sean mejores que con McCain. El partido demócrata ha estado tradicionalmente vinculado a los mismos sindicatos que se oponen a un comercio más abierto que desplace lo que queda de la producción industrial a los países en desarrollo (mucho más en período de recesión económica). Por si fuera poco, Obama busca un vuelco en algunos estados rurales del sur tradicionalmente republicanos, pero que cuentan con una importante población afroamericana. Será difícil que alcance la presidencia si sugiere recortar las ayudas a la agricultura o el programa de producción de biodiesel. Al menos podríamos encontrar soluciones imaginativas para dar buen uso a la OMC, como la propuesta de Stiglitz de utilizar su mecanismo sancionador para castigar las emisiones contaminantes de los EEUU...
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Negociaciones comerciales
lunes, 1 de septiembre de 2008
Thank you, Mr. President
La cadena estadounidense HBO (conocida en España por series como Los Soprano o The Wire) difundió hace poco el documental ‘Thank you, Mr. President’ en el que relata la vida profesional de Helen Thomas. Esta periodista nacida en 1920, ha cubierto desde la Casa Blanca nada menos que nueve presidencias; todas desde John F. Kennedy hasta George Bush. En un momento de este espléndido documental, Thomas afirma: “Los Presidentes deben ser cuestionados, y deben ser cuestionados a menudo y de forma irreverente” (como muestra, escucha el esclarecedor intercambio de Helen Thomas con el presidente Bush, en donde le cuestiona acerca de la intervención en Irak).
Las incisivas preguntas de Thomas a lo largo de 50 años de profesión no sólo son un monumento a la figura del periodismo independiente y constructivo, sino un reflejo del respeto que sienten los estadounidenses por la figura de sus presidentes. Precisamente porque se respeta la institución, se la somete a un exhaustivo control público y se critica con virulencia la mentira y la mediocridad, algo que está ocurriendo ahora: La gran mayoría de los estadounidenses ha llegado a la conclusión de que George W. Bush desprestigia la presidencia de los EEUU (hoy Bush cuenta con un índice de aprobación menor del que tenía Nixon… el día después de dimitir). La sensación generalizada es que la agenda política está centrada en las cuestiones equivocadas y que el país enfrenta retos que este Gobierno simplemente ha elegido ignorar.
Puedes encontrar una buena fotografía de estos retos en el informe The Measure of America (La medida de América), que analiza por primera vez la situación social y económica de los EEUU desde la perspectiva del Desarrollo Humano. Este trabajo ha sido financiado por Oxfam America y otras tres fundaciones estadounidenses, y promovido por el premio Nóbel Amartya Sen, que escribió el prólogo. El libro describe una desigualdad tan escalofriante como desconocida para muchos de nosotros:
Desde Boston, Gonzalo Fanjul. Leer más...
Las incisivas preguntas de Thomas a lo largo de 50 años de profesión no sólo son un monumento a la figura del periodismo independiente y constructivo, sino un reflejo del respeto que sienten los estadounidenses por la figura de sus presidentes. Precisamente porque se respeta la institución, se la somete a un exhaustivo control público y se critica con virulencia la mentira y la mediocridad, algo que está ocurriendo ahora: La gran mayoría de los estadounidenses ha llegado a la conclusión de que George W. Bush desprestigia la presidencia de los EEUU (hoy Bush cuenta con un índice de aprobación menor del que tenía Nixon… el día después de dimitir). La sensación generalizada es que la agenda política está centrada en las cuestiones equivocadas y que el país enfrenta retos que este Gobierno simplemente ha elegido ignorar.
Puedes encontrar una buena fotografía de estos retos en el informe The Measure of America (La medida de América), que analiza por primera vez la situación social y económica de los EEUU desde la perspectiva del Desarrollo Humano. Este trabajo ha sido financiado por Oxfam America y otras tres fundaciones estadounidenses, y promovido por el premio Nóbel Amartya Sen, que escribió el prólogo. El libro describe una desigualdad tan escalofriante como desconocida para muchos de nosotros:
- En el país con el gasto total en seguros de salud más alto del mundo, un afroamericano estadounidense vive, como promedio, 14 años menos que un habitante de Asia. De hecho, 47 millones de estadounidenses carecen hoy de seguro de salud.
- El 1 por ciento más rico de los estadounidenses posee un tercio del total de la riqueza nacional (un porcentaje que asciende al 71 por ciento cuando se trata del 10 por ciento más rico). El 60 por ciento más pobre se reparte tan sólo el 4 por ciento de la riqueza.
Al acabar el cuarto curso de educación primaria, los niños latinos y los afroamericanos están dos años por detrás de los blancos de ingreso alto en conocimientos de lengua y de matemáticas. - El informe centra las respuestas en tres grandes ámbitos: acceso universal a la salud, acceso a una educación pública de calidad y medidas para reducir la desigualdad en el gasto y en el ingreso.
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Elecciones USA
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